Hielo para las águilas.
aún recuerdo los caballos
bajo la luna
aún recuerdo dar a los caballos
azúcar
blancos terrones de azúcar
como el hielo,
tenían cabezas
como de águila
peladas cabezas que podían morder
y no lo hacían.
los caballos eran más reales
que mi padre
más reales que dios
y podían haberme pisado
pero no lo hicieron
podían haberme hecho cualquier cosa horrible
pero no lo hicieron.
yo tenía casi 5 años
pero no lo he olvidado;
Dios mío qué fuertes y buenas
aquellas lenguas rojas que babeaban
desde sus almas
Running like wild horses over the hills.
No recuerdo exactamente cuando comencé a leer a Bukowski, habrá sido cuando tenia mas o menos veinte años. En ese entonces, sentía mas confusión y miedo que claridad y audacia entorno a la idea de ser hombre: temía acercarme a las mujeres, viajar solo, tener relaciones sexuales, decidir que estudiar y a que quería dedicarme, o pensar en generar mis propios recursos económicos para poder separarme de mis padres. Ahora puedo ver como las novelas de Bukowski no solo impidieron que yo aclarar todo esto, sino que agravaron la ambigüedad que sentía frente a la idea de vivir. La lectura de Cartero, y sus cinco subsecuentes novelas, me invadieron de un valemadrismo temerario mal entendido, en el que mis impulsos primarios, carentes de entendimiento, de metabolización, podían ahora desbordarse haciéndome pensar que esto era vivir; y que no estaba tan mal, de hecho, había otros haciéndolo. Me sentía tan poderoso como sin dirección. Devoré las novelas de Bukowski y ellas me devoraron a mi. Comencé a experimentar un mundo sin restricciones en el que todo podía ser como yo quería. Me sentí un outsider, porque para poder burlar los limites de lo social, para poder permanecer en ese espacio irrestricto, tenia que vivir en la frontera de la inclusión social, tenia que vivir en la marginalidad.
Pienso que cuando un libro se hace del lector, el autor ha triunfado.
Los libros de Bukowski se hicieron de mi, y Bukowski triunfó.
El libro de Vives también se hizo de mi, pero el triunfo de Juan fue diferente, afortunadamente.
La lectura del libro de Juan, titulado “Charles Bukowski, el lado oscuro del ultimo poeta maldito”, en un inicio, me produjo sensaciones de rechazo, miedo y confusión: se convertía en una lucha interna en la que a veces quería aventar el libro por la ventana y en otras no podía dejar de leerlo. El libro se hizo de mi y conforme avanzaba, desafortunadamente, comenzó a decirme cosas que ya no pude dejar de escuchar. El texto fue favoreciendo una reflexión que me permitía acceder a un entendimiento mas profundo de la obra de Bukowski, y de Bukowski mismo. Primero desde una reflexión histórico-socio-cultural, Vives trata de aprehender al elusivo Bukowski en su contexto; y es que el mundo de Bukowski es mucho mas complejo que Los Angeles, las carreras de caballos, los bares de mala muerte y las prostitutas, con las que mas que mantener relaciones sexuales, conversaba. Pero ubicar al poeta no es tarea fácil, Bukowski, como afirma Vives, era un hombre que nunca se pronuncio por una postura política, y a mi pensar, su única ideología era la inconformidad permanente: la rebeldía adolescente. Hablaba mal de los presidentes, se burlaba de la política, coqueteo con el nazismo, se quejaba de la pobreza y la desigualdad, pero nunca decía algo contundente: Bukowski solo se quejaba, era un niño berrinchudo.
Hace unos tres meses, re leí junto con un buen amigo los libros Factotum y Ham on rye. Hablábamos de la sensación compartida de lastima y tristeza que nos habían producido los textos; era una experiencia completamente diferente a la que habíamos sentido hacia ya muchos años cuando los leíamos por primera vez; pero nos deteníamos en esa reflexión, como no queriendo profundizar. Habíamos compartido la película Barfly y la serie Californication, inspiradas en las novelas de y vida de Bukowski, las cuales, hacia ocho años, nos había producido una gran alegría. Pero en esta ocasión fue diferente, era como si no pudiéramos tolerar que Bukowski cambiara y se volviera otro que aquel hombre que se atrevía a hacer lo que nosotros no nos atrevimos a hacer.
El libro de Juan Vives provocó que el poeta comenzara a volverse un extraño para mi. Chinaski o Bukowski parecían ser la misma persona: un renegado alcohólico y violento; un seductor sensible que tenia la capacidad de expresar las emociones mas primitivas e impulsivas a través de poemas de la vida mundana. La desmitificación que Vives ponía delante de mi se convirtió, entonces, en una experiencia de autoanálisis, dice Vives: “podemos advertir esa forma de mitificar a su personaje -o sea, él mismo- a través de la ficción. Esta puede expresarse a través de la exageración, a veces hasta lo grotesco, de algún acontecimiento realmente ocurrido, o bien con la evidente creación de situaciones que nunca ocurrieron realmente en la vida de Bukowski.” (Vives, 2018, pág. 107).
En el documental Bukowski, Born into this, podemos apreciar cómo Bukowski enuncia lo que Vives detecta: una disociación de la identidad en la que es difícil distinguir quien es quien, Hank o Hans. La anécdota va mas o menos así: el director del documental filma a Buk sentado en el avión listo para despegar, se puede ver al viejo completamente asustado y borracho, repite persistentemente “estaré bien, estaré bien, estaré bien”, él dice que solo esta nervioso; después llegan a la lectura de poesía en el City Lights Poets Theater de Ferlinghetti en San Francisco; Bukowski esta hecho un desastre, esta tan borracho y angustiado que tiene que vomitar, sin embargo, justo antes de hacerlo dice: “estoy en excelente forma”; puede tolerar la lectura de su propia poesía gracias a la abundancia de cervezas y vino; lee para una audiencia que tiene la mitad de su edad: insultos al publico, amenazas, invitación a peleas, agresión, y poesía.
La columna escrita por Bukowski, publicada días después en el L.A. Free Press en la que narraba justo esta experiencia, era una historia completamente diferente. En ella describía como el estar rodeado de idiotas inútiles no le impedía sacar adelante el show, en el que había tenido que organizar una serie de cosas que los otros no podían hacer; en una oda a si mismo, como de costumbre, el alter ego de Bukowski, él mismo, trata de reconstruir un narcisismo perdido basándose en mentiras, falsedades y fantasía. Es que Bukowski es un asiduo agricultor de si mismo, como dice Juan, cultiva con todo cuidado “el mito del tipo rudo, macho hipersexual y bebedor empedernido al que la vida tiene sin cuidado”. (Vives, 2018, pág. 107).
Como dice Bukowski: “Oye nene, cuando escribo, yo soy el héroe de mi mierda.”
La dificultad consiste en saber si Bukowski cultivaba un mito, o solo sigue siendo él mismo “disfrazado” de Chinaski. Nancy McWilliams dice que, para aprender a disociarse automáticamente, uno tiene que tener el potencial constitutivo para entrar en un trance; de otra forma, el trauma podría ser manejado de otras maneras. Dice, refiriéndose al afecto, que la imagen es clara: las personas disociativas han sido desbordadas por el afecto y han tenido prácticamente ninguna ayuda procesándolo. Su afecto esta, consecuentemente, en un estado de desregulación crónica. (McWilliams, 2011, pág. 338).
Como el titulo de Ham on Rye sugiere, Bukowski quedo atrapado entre sus padres como un sándwich. Ellos contrajeron matrimonio después de haber tenido un amorío en el que la madre de Bukowski quedó embarazada; la llegada al mundo de Heinrich marco la unión de dos jovenes que solo tenían pensado pasar un buen rato. Mas allá de la agresión física que su padre mantuvo hasta entrada la adolescencia de el joven Henry, o la indiferencia de la madre ante la violencia, lo que aparece constantemente en la vida de Bukowski, es la incapacidad para poder integrar los estados emocionales: tolerarlos y trascenderlos. Esto nos habla de la distancia emocional que perpetuaron sus padres a lo largo de su crianza. Dice Vives: “Bukowski nos transmite la forma como ve el mundo: asqueroso, mezquino, al servicio de los poderosos mientras la inmensa mayoría permaneces sumergida en el dolor y la desesperación.” Formas proyectivas en las que Bukowski anticipa la agresión de un mundo interno puesto fuera de si mismo. Henry y Hank anticipan siempre dos emociones paralizantes: miedo y tristeza, es como si fueran dos sabuesos bien condicionados para detectar esas emociones; construyen entonces barreras de agresión y devaluación con las personas para controlar, de forma omnipotente, que estas emociones nunca lleguen; el costo es muy alto: la desconexión afectiva de cualquier ser humano: la soledad desbordante que desestructura es el corolario relacional. De ahí sus alcoholismos.
Juan Vives me acompaña y contiene en los limites de la encrucijada: uno de los caminos me lleva a una reconstrucción idealizante de aquel poeta que me inspiraba en la adolescencia; el otro me lleva a la destrucción y a la perdida de ese self object. Dice Bergeret que entre el grupo de los acondicionamientos limites, el perverso es el que se defiende contra la angustia depresiva mas dramática; el es quien se acerca mas al fraccionamiento psicótico, sin poder de todas maneras obtener el beneficio del reposo reestructurante que aporta, paradójicamente, un verdadero delirio. (Bergerete, 1974, pág. 216).
¿Quién es este hombre? ¿Bukowski, Chinaski, Chinkowski, Buknaski? ¿Este hombre que se masturba mientras veía a una niña de 7 años y que despues escribe como un hombre la viola mientras un grupo de niños contempla la escena? ¿El que solo respeta a la única persona que valora: Fante? ¿El que golpeó y rompió la nariz de una mujer a la que decía querer? ¿El que valoraba a su hija, los caballos y a los gatos, pero despreciaba a todo ser humano?
Bukowski no andaba en bicicleta porque nadie le enseño. Para aprender a andar en bicicleta se necesita de alguien que acompañe incasablemente las caídas, y las sane; pero que tolere, de igual forma, la perdida del que emprenden, ahora, su propio proceso, tambaleándose, inestable, a la distancia. Este fue para mi Vives Rocabert, el que me acompaño y sano las caídas que me provoco ver a Bukowski de otra forma; pero tolero la perdida y me permitió emprender mi propio proceso, tambaleándome, a la distancia.
La invitación es a dejarse acompañar por Juan Vives Rocabert: a sentirse acompañado mientras se devela el lado oscuro del ultimo poeta maldito.
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